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Argentina

Las manos, el barro, la escuelita – Chascomus con Belanko

por Tati Sidlik noviembre 20, 2013
Escrito por Tati Sidlik noviembre 20, 2013
Las manos, el barro, la escuelita – Chascomus con Belanko

¡Y sí, otra vez metida en el barro! Les cuento que me fui 7 días a Chascomús a otro taller de construcción natural. Esta vez con un gran maestro Argentino, que se llama Jorge Belanko y otro capacitador que yo no lo conocía, Marco Aresta, que es un arquitecto muy capo en el tema. 

Antes de ir, no sabía demasiado sobre el taller que iba a hacer, ni cómo era el lugar, ni donde iba a dormir, ni nada. Por eso me fui con La Gorda que es como estar siempre en casita. Llegué tarde porque me tocó salir un día de tormenta. Estaba pronosticado alerta meteorológico, y decía que iba a llover en un solo día lo que llueve en todo un mes o algo así (100 mm). El tema es que últimamente me dan miedo las tormentas, siento que traen desgracias y debe ser por las tormentas que sufrimos en Buenos Aires en los últimos años que fueron muy destructivas. Pero buen, junté coraje y salí sola a la ruta en medio de la lluvia que al final no fue tormenta, pero llovió bastante. Yo iba agarradísima al volante de La Gorda. Había muy poca visibilidad. Pero al cabo de 3 horas llegué al lugar sana y salva. Cuando miré la parte de atrás de mi kombi, donde duermo, vi que había entrado bastante agua. Creo que no hay nada que me moleste más que la humedad, es horrible, y en la kombi es muy complicado porque se moja todo y tarda mucho en secarse. Tuvimos que ponerle un nylon en el techo para que aunque sea deje de entrarle agua.

Llegué a la hora del almuerzo y me sentía media perdida, porque ya estaban todos acomodados y yo recién llegaba, no entendía quien era de ahí y quienes estaban haciendo el taller. Escuché un acento raro mientras almorzaba y le pregunté a alguien que tenía al lado si había un gringo, y me explicó que era de Portugal y que era uno de los profes, Marco. Más tarde me daría cuenta que es un Portugués totalmente argentinizado y es muy gracioso cuando habla porque usa muchas palabras del lunfardo.

¡Los dos profes!

Después de almorzar hubo un ratito para descansar, pero nos quedamos charlando abajo del techo de la obra. Ahí me enteré que lo que íbamos a construir era una escuelita de educación libre. Obviamente me encantó saber que estaba colaborando con ese fin.

El primer día no dejó de llover ni un instante, pero igual nos pusimos manos a la obra. Nos dividieron en grupos y empezamos a armar las estructuras de los muros. A mi tocó el equipo amarillo (el mejor je je). Eramos 5. Trabajamos super bien juntos. Aunque más tarde nos iríamos mezclando todos los grupos. 

Equipo amarillo casi completo: Cami, Alexis, Ema y German, falta Marce!

El segundo día por suerte dejó de llover, salió el sol y empezamos a meter las patas y las manos en el barro. Jorge, el profe, realemente me cayó muy bien. Es un señor que sabe muchísimo, es albañil e hijo de albañil, así que está en el tema desde pequeño. Explicaba de una forma muy didáctica y paciente y encima hacía chistes que nos hacían matar de risa. Algo que me encantaba es que él decía: «les muestro cómo lo hago yo y ustedes después pueden inventar otra forma de hacerlo y me la enseñan». Eso es muy humilde. De a poco nos íbamos conociendo entre nosotros y con los profesores. Todo fluía demasiado bien y al tercer día, Domingo, ya era como si todos nos conociésemos desde siempre. 

El Domingo lo tuvimos libre porque era el Domingo Santiagueño en Chascomus. Pero ya el Sabado fuimos algunos a ver la inauguración. Vimos un ballet de folklore donde bailaban grupos de todas las edades. Muy lindo, especialmente los chiquitines. Así que es Domingo lo pasamos entre chacareras, empenadas y viendo el atardecer en el río comiendo las famosísimas medialunas de Atalaya. Y charlando hasta el cansancio, mas que nada las mujeres.

El resto de los días íbamos embarrándonos más y más, hasta que el último día terminamos en una mini guerra de barro. Las paredes de la escuelita se iban cerrando. Todo tomaba forma. Terminamos un horno eficiente, que hasta le hicimos un relieve en barro lleno de colores, una especie de mandala.

Además de aprender a construir con barro, a conocer el material y sentirlo, también aprendí mucho de la gente que me rodeó en esos días. No solo estábamos los participantes del curso, también estaban los chicos de Chascomús Orgánico, que nos abrieron las puertas de sus casas y nos trataron super bien. El lugar es un terreno donde viven unos hermanos y entre medio hay un espacio que es para el proyecto. Allí hay un almacen construido en barro, donde se encargan de preparar y vender alimentos orgánicos, cremas y demás cositas lindas y ricas. Dan talleres, charlas etc. Y hay más familias que pertenecen al proyecto que también participaron del taller y compartieron todos los días con el grupo. Gente muy linda realmente. Algo muy interesante es que habían chicos que jugando con el barro, pusieron su «granito de arena» en la construcción de su futura escuelita. Así que habían participantes desde dos meses de edad, los bebotes que llenaron los días de ternura: Lúa, Feli, Lihuén, Aruma y Caléndula, y futuros alumnos de la escuela.

Para finalizar, el último día fue la entrega de certificados del taller. Y Jorge nos dijo: «Ahora somos todos colegas barreros, así que nos vamos a entregar los certificados entre todos, yo le entrego el diploma a uno y ese se lo entrega al siguiente y así sucesivamente». Fue muy lindo. A mi me lo entregó Gabi, uno de los organizadores del taller, que me cayó super bien y con el que estuvimos en la guerra de barro y agua, en bandos enemigos. ¡Y a mi me tocó entregárselo a Jorge! Me sorprendí mucho y obviamente fue un honor casual. Yo siempre digo que no tengo suerte, que nunca me ganó nada, pero en ese momento me sentí un poquito afortunada, debo confesarlo aunque sea un poco cholulo.

Y así fue como me volví a mi casa con el corazón lleno, la pase muy bien, aprendí, crecí, trabajamos en comunidad, ayudamos a construir una escuelita, me divertí, me reí hasta llorar, jugué y conocí gente muy linda.

Nosotros quedamos plasmados en una botella en una de la paredes de la escuela.


BioconstrucciónConstrucción con barroConstrucción naturalJorge Belanko
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Tati Sidlik

¡Hola! Soy Tati. Estudié ingeniería civil sin razón alguna. Gracias a los viajes descubrí mi verdadera vocación que es la construcción con tierra. Y sí, soy una ingeniera un tanto particular. Amo reír y hacer reír a los demás. Me apasiona viajar, no tanto por los destinos, sino por la gente que encuentro en cada lugar del mundo. Además de calcular estructuras, escribo mis experiencias viajeras. Realicé dos grandes viajes: uno con mi casita cuestas (una kombi del año 88) un año por Sudamérica; y un año y medio junto a Javico, mi compañero ecuatoriano, por los caminos más inexplorados de Asia, mochila al hombro y haciendo dedo. Ahora vivimos en las montañas de Ecuador y estamos descubiendo este maravilloso país.

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5 comentarios

Anonymous noviembre 20, 2013 - 22:12

Qué linda experiencia Tati !!
Me encantó =)

Yamila Barrera

Responder
Aby noviembre 26, 2013 - 14:36

Que lindo les quedó en Mandala, lo que faltó fue la foto de la Escuela terminada.
Felicitaciones Tati

Responder
Poupée Ángela Bogani septiembre 12, 2015 - 16:49

Felicitaciones Tati!!! :*

Responder
Malena septiembre 12, 2015 - 21:17

Muy hermoso Tati, habra algun otro taller proximamente, muy interesante! Gracias por compartirlo

Responder
Tati | Caminando Por el Globo septiembre 12, 2015 - 21:22

Uy siempre hay talleres! Si queres escribime a la página de facebook un mensajito y te paso los links. En septiembe hay uno en sierra de los padres con excelentes maestros.

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